En una tarde dorada
En una tarde dorada,
por la tranquila corriente,
navegamos lentamente
remando sin decisión.
Y es que manejan los remos
torpes bracitos en vano,
y no consigue la mano
enderezar el timón.
¡Trío cruel! Me pedían
a aquellas horas en un cuento,
cuando no tenía aliento
para una pluma mover.
Mas contra tres lenguas juntas,
explicadme, ¿qué podría
hacer la pobre voz mía,
si hablan a la vez las tres?
Prima, imperiosa, su edicto
lanza: "¡Qué empiece enseguida!"
Secunda, más comedida,
sólo llega a proponer:
"Que haya muchos disparates."
"Que haya muchos disparates."
Y Tertia, a cada momento,
me va interrumpiendo en el cuento
cada minuto una vez.
Luego, llegado el silencio,
siguen imaginariamente
a la niña soñada por un país
de nuevas, delirantes maravillas
donde ella charla con aves y bestias...
y medio se creen que es verdad.
Cuando, agotada la fuente
de mi seca fantasía,
con voz cansada quería
con voz cansada quería
el relato posponer,
"Otra vez os diré el resto",
les decía débilmente;
pero ellas alegremente
gritaban: "¡Ya es otra vez!"
Poco a poco fue surgiendo
la tierra maravillosa,
y cada escena curiosa
una a una se forjó.
Y ahora que el cuento ha acabado
vamos, bajo el sol poniente,
bajando por la corriente,
alegre tripulación.
¡Alicia!, acepta este cuento
y con dedos delicados
ponlo donde están trenzados
sueños del mundo infantil
sueños del mundo infantil
con la cinta del Recuerdo,
como coronas ajadas
hechas de flores cortadas
en un lejano país.
Lewis Carroll
♥
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